En mitad del camino de la vida
Dante
me hallé en el medio de una selva oscura
después de dar mi senda por perdida
Perder. Perderse. Hundirse en el negro pozo de los infiernos y no vislumbrar salida. Boquear para respirar, por lo menos, una vez mas; siempre con el miedo de no poder volver a hacerlo.
La agonía de la hipoxia alerta todos los sentidos en busca de soluciones. Te desdoblas, a la vez, en Orfeo y Eurídice. Todo te conduce a atravesar los infinitos círculos del Infierno para rescatar a la amada. Te preguntas si, en un afán de supervivencia, los instintos exhaustos sabrán guiarte. O, por el contrario, necesitas de un Virgilio que te oriente, círculo tras círculo, hasta llegar al destino.
¿Será duro el rescate? Importa poco. Tan solo te mueve el ánimo de intentarlo. Ahora bien, llegado a este punto, ¿será posible poder regresar?
Una vez que consigues salir, tendrás que resistirme y no volverte atrás para mirar si la vida sigue detrás de ti. O por el contrario, la verás desaparecer ante tus ojos.